Graciela Cardozo es la mamá de Pablo, el joven de 18 años que falleció, luego de haber recibido hace dos semanas una pedrada en Chacra XIII. La mujer contó con crudeza la cadena de hechos que desencadenaron en la inesperada muerte de su único hijo. “Hoy solo espero que se haga justicia para que no haya otro Pablo”, dijo.

Si bien la investigación interna en el centro de Salud y la que inició de oficio la propia justicia, están en marcha, nadie le devuelve la vida al hijo de Graciela, quien relató en Fm del Pueblo con crudeza la cadena de hechos que desencadenaron en la inesperada muerte de su único hijo.

El sábado 12 de noviembre Pablo llegó a la guardia del Hospital golpeado, junto a un amigo, ambos tenían algo de olor a alcohol y eso era evidente, había estado en una fiesta con amigos. Para Graciela eso hizo que la atención que recibió no fuera la adecuada.

“Esto pasó hace dos semanas y hace como dos semanas me estoy preguntando por qué en el Hospital el doctor Benítez no lo atendió bien y lo mandó a la casa sin ningún control; le dijeron que se tome un Ibupirac, un Ibuprofeno y se acueste, lo único que hicieron fue pegarle la cabeza con la gotita”, relató.

Según le había podido contar Pablo el día después, cuando salieron de la fiesta hubo una discusión, en algún momento desde una casa vecina arrojaron piedras, y una de ellas dio de lleno en la cabeza de Pablo. “Cuando pasó lo del golpe cayó la Policía, y llamaron a la ambulancia que tardó casi 40 minutos para retirarlo del lugar según me dijo la misma Policía”, contó Graciela.

“En el Hospital le hicieron una placa y en el certificado que le dieron a la Policía dice que no tenía nada, que eran lesiones leves”, detalló la madre.

El domingo, después de ese episodio Pablo le dijo a Graciela que le dolía el cuello. Ella le puso átomo desinflamante, le hizo calor y se acostaron juntos en la misma cama, quería tenerlo cerca para poder controlarlo. “Pasó muy mal la noche con dolor”, contó ella.

A la mañana siguiente lo llevó a la UOM de calle Moyano para que lo atendieran más rápido, pensando que era solo una contractura del cuello. “La doctora apenas lo vio y le comenté lo que pasó no lo pudo ni tocar porque él no se dejaba, le mandó a hacer una tomografía y que vea un neurólogo urgente. De ahí nos fuimos al Sanatorio donde los vio la doctora Verónica Lobos, que el día antes también lo había visto y le había dicho que no era nada que tomara algo y se tratara de relajar”, continuó relatando.

“Era la segunda vez que lo veía, lo vio con la tomografía que le mandó la doctora de Moyano, le dije que se la hiciera porque estaba esperando que mi hijo escupiera sangre para atenderlo. Además el chico que le hizo la tomografía cuando estaban adentro yo escuché que le dijo ´me parece que vas a tener que quedar internado porque te rompieron la cabeza´”.

Ahí finalmente la doctora Lobo decidió internarlo. “El día anterior me había dicho la misma médica que no era necesario internarlo y al otro día con la resonancia me dice que lo iban a dejar internado en terapia, de no haber necesidad pasamos a la terapia intensiva”.

Dos días estuvo en terapia intensiva, y luego en sala común hasta el 18 de noviembre. “Ahí lo mandaron a casa porque el médico dijo que si hacía reposo podía estar en casa, porque Roth (el médico cirujano) recién lo podía ver días después. El neurólogo, hizo una interconsulta, le pidió una resonancia de urgencia, que como caía feriado la pasaron para otro día. Ese día Roth, que coincidió que estaba en el lugar, en el mismo momento cuando lo vio me dijo que lo iban a internar y operar de urgencia al día siguiente”.

El domingo lo operó el doctor Roth en dos oportunidades. “La primera fue a las 9.40, y luego de eso estuvo en terapia intensiva el resto del día; por la tarde me dijo que lo iba a operar nuevamente porque le hicieron una tomografía y tenía ´un problema´. Tenía un coagulo y se le hizo un derrame. En la misma terapia le habían sacado todos los puntos para volver a operarlo. Fueron otras dos horas de operación y Pablo salió en coma farmacológico”.
“El lunes de madrugada volví a la clínica y el doctor Dotto -que estaba en terapia- me dejó entrar a hacerle unos mimos, le di un montón de besos, que era la forma en que podía demostrarle mi cariño. Quizás a muchos les parezco fría, pero yo a mi hijo lo amaba”, dijo Graciela en su relato esta vez a Fm Aire Libre.

El martes 29 a las 6 de la mañana Graciela estaba de nuevo afuera de la terapia. “Llegó el doctor Roth que lo vio nuevamente, me contó que había tenido un paro, lo sacaron de ese paro y lo llevaron a un coma más profundo. A las 12.30 todos estábamos esperando para verlo de nuevo, y cuando entré a terapia y me dijeron que había muerto, que había tenido otro paro y no había salido”.

Graciela despidió esta semana a su único hijo, estuvo acompañada por muchísimos de sus amigos. “Pablo era un buen chico, él era mi bebé pero nunca supe expresarle bien el amor a mi hijo, porque no era de esas madres cariñosas, yo a él le daba amor cuando dormía. Quizás no era demostrativa, pero siempre estaba para él y estaba pendiente de él. Porque iba y lo acariciaba, le tocaba la cabeza. Eso no quita que siempre lo amé. Ayer cuando tenía que cerrar el cajón sentía y le decía que me quería ir con él, porque él se llevó todo lo que tengo”.

Todavía no sabe qué ocurrió, o por qué ocurrió. “De no tener nada, un día para otro se murió, no les importa un carajo. Si vamos a tener este tipo de médicos, deja que los chicos sean albañiles. Con estos médicos no va a haber un pablo va a haber 1500 pablos”, dijo expresando su bronca.

A tres días de despedirlo asegura que “espero que se haga justicia para que no haya otro Pablo, porque los amigos de él están muy enojados y son casi todos mayores de 18 años, y si ellos llegan a tocar a alguien a ellos si los van a meter en cana”. Y sobre quienes golpearon a Pablo agregó: “Mi miedo es que los chicos hagan alguna locura por venganza”.