La visita de Javier Milei profundizó la incertidumbre a quienes buscaban certezas respecto de su mirada sobre Tierra del Fuego para un candidato a ocupar la Presidencia del país.
Su discurso de poco más de media hora no admitió preguntas vinculadas a la realidad provincial, y no se desvió a la discusión nacional marcada por un “centralismo porteño” y ausencia total de federalismo respecto de las problemáticas propias de los fueguinos, más allá de abordar la problemática económica común a todos los habitantes del país.
Su exposición ya conocida hasta el hartazgo por la permanente mediatización de cada una de sus presentaciones, no tuvo la posibilidad de moverlo un ápice de lo guionado para una “visita presidencial y que solo aportó “para la foto” a los referentes locales.
Un capítulo aparte -sino el principal- merece el impacto audiovisual de lo que fue una caminata de apenas 100 metros en el centro de Ushuaia, generándose una conmoción impropia en estos tiempos para una figura proveniente de la política.
La gran duda que persiste, más allá de la ausencia de aparatos políticos de movilización masiva, es si se sigue tratando de un fenómeno espontáneo o un montaje efectivamente planificado desde una estructura moderada.
La presencia permanente de personas con funciones símiles a la seguridad y partidarios afectados a esta movilización sondeando de cerca a cada periodista, resultaba un detalle llamativo aunque no desconocido para cualquier presentación política.
Luego esos partidarios tuvieron una efectiva función, rodeando al candidato –primero para escoltarlo y esquivar las preguntas de periodistas en la conferencia y en segundo término- en un anillo infranqueable a lo largo de su recorrida por el centro de Ushuaia evitando cualquier contacto o pregunta cara a cara.
En esa agitada presentación en la vía pública, es ese mismo círculo el encargado de empezar a encender los ánimos con cánticos y un “pogo” que –allí si reside el fenómeno social- logra la adhesión popular de un segundo anillo de personas que claramente se acercan de manera espontánea atraídos por la figura de Milei.
El fenómeno de contagio se termina extendiendo a los centenares de personas presentes, hasta los últimos que tímidamente se acercaron al lugar y terminan formando parte de un marco impropio en el mundo de la política, la cual resulta indiferente al común de las personas.
La presencia de influencers y el aceitado trabajo en redes sociales, termina de explicar lo “inexplicable”: adolescentes y hasta pre adolescentes gritando el nombre de Milei en un fenómeno que trasciende las edades que permiten estar dentro o fuera de un padrón electoral.
El espectáculo fue de apenas 20 minutos y poco más de 100 metros de recorrido pero con impacto sorprendente para quienes (incluidos los medios de prensa) las formas actuales de hacer política no nos permiten ser testigos de personas formando parte de un acto de estas características por un imán difícil de mensurar: la propia voluntad.
Contradicciones en segundo plano
El show deja de lado aspectos cruciales y más preocupantes respecto de las contradicciones internas que plantea el discurso profético de Milei, ya no solo sobre el futuro de la promoción industrial y la 19640 para la provincia, sino sobre su posición respecto de “la casta” y el nepotismo en la política.
La propuesta fueguina de Republicanos en la mesa de Milei tuvo sentados 3 referentes; dos de ellos madre –candidata a gobernadora Andrea Almirón de Pauli- e hijo –otra vez candidato a legislador Santiago Pauli- provenientes de la familia que conduce la principal congregación religiosa de Río Grande y bastión electoral de Republicanos en la zona norte, desde donde fluyen permanentemente las candidaturas.
Toque de alerta que plantean dudas respecto de la pregonada “frescura” y vientos de cambio propuestos, pero que pasan como minucias cuando se revisa las miserias del resto del arco político.
Un arco político que cuestiona el fenómeno Milei pero sin la autocrítica de como llevaron ellos mismos a alimentarlo, en un proceso social que parece irreversible.