El rompehielos Almirante Irizar amarró en la ciudad de Ushuaia en su regreso desde la Antártida, antes de partir hacia el puerto de Buenos Aires, en la conclusión de la primera Campaña Antártica de Verano desde el incendio casi total que el buque sufrió en 2007.

El comandante de la emblemática embarcación de la Armada Argentina, capitán de fragata Maximiliano Mangiaterra, informó que resta efectuar el trasbordo de residuos traídos de las bases antárticas, hacia el buque de transporte Canal Beagle.

Por su parte, el Beagle cargará en el Irizar material que debe ser transportado a Buenos Aires, “donde realmente termina la actividad logística de la campaña”, dijo el capitán.

“Para nosotros es un día de reconocimiento por todo el trabajo realizado por el equipo, por haber cumplido la misión al 100 por ciento, lo que ha sido motivo de satisfacción y orgullo para este grupo que se ha formado”, balanceó Mangiaterra.

El comandante afirmó que durante la travesía “no hubo accidentes, (ya que) la preservación del personal es uno de los aspectos en los que hacemos hincapié, porque es lo más importante”.

“Los buques son una masa de acero naval inanimada pero que cobran vida, cobran emoción por sus tripulantes, por lo que, cuando uno habla del Irízar -un buque de mucho porte, con mucho acero naval-“, también dice que está animado por su tripulación, reivindicó el capitán.

Magiaterra afirmó que “el binomio entre este barco y su tripulación es una de las satisfacciones más grandes que me ha tocado vivir. Por eso, para mí este regreso representa una emoción muy grande, difícil de poner en palabras”.

El rompehielos Almirante Irizar finalizó el año pasado un proceso de reparación y modernización que duplicó su capacidad de transporte de Gas Oil Antártico e incrementó en un 600 por ciento el espacio y los laboratorios dedicados a la investigación.

El rompehielos partió de Buenos Aires el 26 de diciembre. El 2 de enero pasó por primera vez por Ushuaia, en camino de reabastecimiento del 60 por ciento de las bases antárticas.

A mediados de febrero retornó a la capital fueguina para intercambiar personal y materiales, volviendo a la Antártida a completar su misión.

Uno de los momentos más complejos de su periplo fue la llegada hasta la Base Belgrano II, la más austral de Argentina, a los 78 grados de latitud, para lo que tuvo que atravesar 460 kilómetros de mar helado, teniendo que montarse en hielos de seis metros de espesor.